El Consejo de Ministros ha aprobado un real decreto que amplía el reconocimiento legal del acceso con perros de asistencia a espacios públicos y privados de uso público. Ya no solo se contempla la discapacidad visual, sino también otras discapacidades, el TEA y casos de violencia de género. Esta medida busca garantizar la accesibilidad y evitar la discriminación de las personas que necesitan apoyo en su vida diaria.

Desde Red Tau celebramos la iniciativa de apoyar a estos colectivos, pero también la interrogamos:

Sí, la accesibilidad es un derecho humano fundamental. Pero ¿a costa de qué vidas y de qué cuerpos?

Los perros de asistencia son seres sintientes, no dispositivos vivos. No son trabajadores, ni herramientas de apoyo, ni soluciones al abandono institucional. Muchos de ellos son criados, entrenados y utilizados como recursos funcionales. Y eso no puede pasar desapercibido.

¿Y si reimaginamos el vínculo?

Acompañar sin explotar.
Cuidar sin instrumentalizar.
Crear accesibilidad desde lo colectivo, no desde la carga sobre otras especies.

La inclusión no debería depender de relaciones funcionales con animales domesticados (que no domésticos). Necesitamos avanzar hacia soluciones donde la autonomía de las personas no implique servidumbre animal.

¿Qué proponemos?

  • Revisar críticamente la forma en que el sistema responde a las necesidades humanas.
  • Apostar por redes de apoyo humanas, tecnologías inclusivas y recursos públicos reales.
  • Cambiar el lenguaje: no se “usa” un perro de asistencia, se convive (y en condiciones ideales, sin explotación ni cría forzada).
  • Visibilizar las necesidades humanas sin ocultar el precio que pagan otros animales.

La intersección entre la justicia humana y la animal no es un obstáculo: es una oportunidad para construir nuevas formas de coexistencia.


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