Fallecer sin ser visto: la otra cara del abandono
En cada esquina, campo o cuneta, hay vidas que desaparecen sin ser registradas, sin duelo, sin nombre.
Los animales abandonados, ferales o nacidos en libertad (pero dentro de entornos humanos) enfrentan tasas de mortalidad altísimas desde sus primeros días.
Algunos datos (España y global):
- Hasta el 80% de los cachorros nacidos en la calle mueren antes del primer año.
- La esperanza de vida de un gato feral puede ser menor a 5 años, frente a los 12-15 años que viven en un hogar.
- Miles de perros “de caza” son abandonados, maltratados o sacrificados cada año cuando “ya no sirven”.
- Aves urbanas o silvestres heridas mueren en invisibilidad, sin atención ni registro.
- Entre 10 y 20 millones de animales son atropellados cada año en Europa, según estudios recientes.
La mayoría mueren sin ser atendidos, sin cuidados paliativos, sin alguien que esté presente. Lo único que queda es su cuerpo inerte en una cuneta, azotea o descampado. A menudo nadie recoge sus restos, nadie les da sepultura, nadie se detiene a nombrarlos. Simplemente se desvanecen y vuelven al polvo, como si nunca hubieran existido.
En Red Tau hablamos de mortalidad estructural, no solo como abandono físico, sino como resultado de un sistema especista que decide qué vidas importan y cuáles no.
No hay estadísticas para los cuerpos que no contamos. Pero toda vida cuenta.
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