El sparring es una de las formas más brutales de maltrato animal que existen. Consiste en usar perros más débiles, robados o abandonados como “carnada” para entrenar a otros en peleas clandestinas. Esto no es entrenamiento: es explotación, tortura sistemática y una sentencia de muerte para las víctimas.
Cómo se genera la violencia
Los perros no nacen violentos. Para forzar su agresividad, los entrenadores aplican métodos crueles como:
- Privación de comida para asociar la violencia con la supervivencia.
- Uso de drogas y esteroides para aumentar fuerza y agresividad.
- Colgarlos de neumáticos para “fortalecer” sus mandíbulas.
- Golpes y abusos constantes que destruyen su equilibrio emocional.
- Uso de obediencia estricta, aversivos, electroshock y torturas para eliminar cualquier resistencia a pelear.
Las razas señaladas
Pitbulls, staffordshire terriers y dogos argentinos son las principales víctimas de este sistema. Se les cría y selecciona para la pelea, y luego se les demoniza socialmente, cuando su único “error” es nacer en manos equivocadas.
Víctimas invisibles
Los perros usados como sparring suelen ser cachorros, ancianos, enfermos o animales considerados “desechables”. Son amordazados, atados o debilitados para que no puedan defenderse, convirtiéndose en blancos fáciles para el perro “de pelea”. Muchos mueren durante la pelea. Otros quedan gravemente heridos y abandonados a su suerte.
El sparring y las peleas de perros son crueles e ilegales
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