La miel no es simplemente “néctar de flores” como muchas veces pensamos. Es el resultado de un proceso biológico complejo y fascinante que las abejas llevan a cabo para alimentarse durante el invierno y garantizar la supervivencia de la colmena. Entender cómo fabrican la miel nos ayuda a valorar aún más a estos insectos y a cuestionar las prácticas industriales que afectan su bienestar.
El proceso comienza con la recolección del néctar. La abeja obrera visita las flores y recoge ese néctar con su lengua, guardándolo en un órgano especial llamado buche melario, que funciona como un reservorio no digestivo. Mientras vuela de regreso a la colmena, la abeja mezcla el néctar con enzimas en ese buche, descomponiendo los azúcares complejos en compuestos más simples.
Cuando llega a la colmena, la abeja regurgita ese néctar en la boca de otra abeja, que repite el proceso. Este intercambio se da varias veces entre diferentes abejas hasta que el néctar está suficientemente transformado.
El néctar que recolectan está compuesto mayoritariamente por agua (entre un 70 y 80%), además de azúcares y otros compuestos. Es muy líquido y poco estable. Para convertirlo en miel, que tiene solo entre un 17 y 20% de agua, las abejas colocan ese néctar procesado en las celdas del panal y baten sus alas para evaporar el exceso de agua. La temperatura de la colmena, mantenida en unos 35 grados centígrados, también ayuda a evaporar la humedad, dando como resultado una sustancia espesa, dulce y estable: la miel.
Finalmente, para conservar la miel, las abejas la sellan con cera, creando una despensa que les permitirá alimentarse durante los meses de invierno cuando no hay flores disponibles.
Pero la industria apícola no respeta este proceso natural. A menudo, quitan la miel a las abejas, muchas veces casi en su totalidad, debilitando la colmena y forzando una sobreproducción antinatural. La miel no es un residuo ni un sobrante; es el alimento vital para la colmena, fruto de un proceso biológico complejo, cooperativo y esencial para la supervivencia de las abejas.
Conocer esto nos invita a reflexionar sobre el consumo de miel y sobre cómo podemos proteger a las abejas respetando su naturaleza y sus ciclos. Cuidarlas es cuidar también la vida que sostiene nuestro planeta.
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